Los presos de Cedeira logran la libertad final

El Correo Gallego

En aquel gélido marzo de 1938, una alambrada de espino rodeaba la antigua fábrica conservera de Cedeira reconvertida en campo de concentración. Sin agua corriente ni letrinas, unos 724 hombres luchaban a diario contra las numerosas infecciones y el hambre. El 70% procedían de Asturias, capturados por los nacionales tras la caída del frente republicano: cuando intentaban embarcase dede Galicia rumbo a Francia. Sólo los vecinos actuaban como ángeles guardianes, arriesgando sus vidas para llevarles cestas de comida. Aquella generosidad del pueblo de Cedeira prendió mecha en los corazones de los asturianos. Casi 73 años después, los hijos y nietos de los presos logran su liberación final.

De regreso a la playa donde sufrieron sus antepasados, cien asturianos llegaron ayer en autobús a Cedeira envueltos en banderas azules, tricolores y rojas. El propio presidente del Principado de Asturias, Vicente Álvarez Areces, asistió al homenaje con sentidas palabras hacia los prisioneros: «Vivimos sin rencor pero con memoria, tenemos el compromiso ético de dar nombre a todos aquellos hombres, de reconocer este episodio de la Guerra Civil para no repetirlo jamás». Alrededor del monolito que recuerda la ubicación del campo de concentración, los familiares rescataron «historias de dolor, pero también de agradecimiento». Como la contada por Octavio Cabezas, historiador e hijo del preso Juan Antonio Cabezas: «Tenía un gran recuerdo de Cedeira, de las mujeres que esperaron a los prisioneros en el muelle». Aquellas vecinas «poco después les llevaban comida, la población campesina mostró con todos ellos una gran comprensión».

El campo de concentración abrió en octubre de 1937, pero en junio de 1938 ya dejó de funcionar. Según el historiador Enrique Barrera, «nesas naves de salazón, propiedade dun veciño da Falange, había unhas condicións tan pésimas que pecharon en menos dun ano». Ayuntamiento de Cedeira, Principado de Asturias, Asociación Memoria Histórica Democrática y Fuco Buxán colaboraron en el homenaje; de ayer al que asistieron el presidente de la Diputación de A Coruña, Salvador Fernández Moreda, y alcaldes socialistas. Otro familiar, Marcelo García, recordó a su cuñado: «Elías Vega era un miliciano que cayó prisionero a los 18 años en Gijón, lo trasladaron al campo de Cedeira y aquí vivió situaciones de gran miedo». Según la experiencia de Elías, «los falangistas llegaban para decidir quién debía morir, él sentía terror ante la posibilidad de que un día le tocase a él». José Manuel Pérez Nieto destaca el silencio que rodeaba a su abuelo: «Él estuvo preso en Gijón y Cedeira pero la familia poco hablaba de eso, para mí es muy importante que no se olvide su historia». Todo aquel sufrimiento descansa en aguas de Villarrube: en esa playa fueron enterrados 70 hombres del campo de concentración, junto a otros fusilados de la Guerra Civil.

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